El trabajo
testimonial de las autoras lograr crear una conexión de las historias
personales con el gran relato del mundo del siglo XX. El relato que se instala
desde el debate por los derechos humanos como centralidad de sociedades
horrorizadas por la violencia fascista en Europa y América.
El testimonio, en
este caso, adquiere una forma de acción política que lla a construir un país
más democrático, constatando el horror que nos advierte de lo miserable de
nuestras instituciones y lo valiente que puede llegar a ser nuestro pueblo,
refiriendo desde las entrañas de sus propia carne, la necesidad de ser una
comunidad más propia, más entera y potente que sea capaz de construir una
democracia más compleja y verdadera.
Este mismo testimonio
es capaz de hacer reflexionar e interpretar a quien lo escribe, denotando el
gran ejercicio emocional que comporta y, desde allí, provoca una tremenda
afinidad con el lector, pues hace, crea identificación, es por este medio que
el lector comienza a pensar su propia memoria, a recrear un posible nuevo
testimonio de si mismo.
En el libro hay un
reconocimiento del lugar (es) que refleja la intensa relación con el habitar,
es decir, con el conocer y vincularse con la comunidad, incluidos la tierra y
todos sus “habitantes”, las familias, los paisajes, los objetos y los
recuerdos, todos mecanismos por los cuales se significan las vidas de las
personas y se construye eso que llamamos identidad.
El despertar de la
conciencia política no es más que el descubrimiento de una nueva identidad, que
si bien es construida desde la infancia, se refuerza y complejioza en la
juventud a través de las nuevas experiencias que ofrece un mundo sumido en
profundos cambios, ese mundio que las llama a intervenirlo, a transformarlo y
que hacer movidas por el profundo compromiso que tienen con todas ellas, con su
historia, con los otros, consigo mismas.
La represión y la
torura constituyen un trauma, eso no se puede dudar, pero la lucha resistente
parece verse reforzada por esa cruel vivencia. Así, la lucha, en los más
diversos ámbitos y revestida de distintas formas, parec e hacerse
indispensables. Siempre desde una reflexión crítica, las autoras consideran la
resistencia como una parte incorporada a si mismas -otro añadido a su
identidad-, que las define y las potencia como mujeres incapaces de olvidar y
dispuestas a recordar.
Las mujeres que
testimonian lo hacen a través de un profundo nexo con la cultura y la historia
de esta nación, de nuestra nación: la tortura no logró destruir al go esencial, el amor que las construyó a
pesar de todo y unas tremendas ganas de vivir que venció a la muerte, las ganas
de vivir que tiene el pueblo chileno y que pese a todas las muertes, seguirá
resistiendo y construyendo, pese a todo.
Robinson Silva
Hidalgo
Valdivia, mayo de
2012.